Comoquiera que alguien a quien mucho
me cuido de faltar me refiriese, hace escasos días, que pareciera yo estar
imperdonablemente descuidando la actividad de mi blog, he dado en obrar este
expedito telegrama, al objeto de subsanar mis omisiones recientes, y junto con
ello así satisfacer al curioso tanto como retribuir al pío. En atención de
aquéllos, y de otros tantos observadores posibles, dispongo estas líneas de
pronta y desmañada factura, en la esperanza de que sea su bienhadado propósito
y no su apresuramiento estilístico aquello que en el lector halle comprensiva
consideración.
Así pues, a esos quienes leyeren, y
en tal solicitud con anhelosa expectación abrigaran fe cierta acerca de la
pervivencia de este espacio, yo les haría encomendar a la paciencia, puesto que
si bien es cierto que algo de espectralidad negligente atraviesa el semblante
de este espacio, ello es meramente consecuencia de ciertos compromisos y
bruscos magisterios a que estoy obligado por causa de oficio, de donde resulta
que, si de un probable acaso, la postergación se postergará en más tiempo, el
lector a buen seguro sabría que la espera está ya proporcionalmente más próxima
a su fin, y esto es cosa probada si tenemos en cuenta que tanto menor es la
espera restante cuanto mayor haya sido la acumulada. Ahora bien, nada que hacer con mi
cometido aquí tiene el promocionar cizañas retóricas, conque, para hablar más
ceñido, advertiría al lector que varios artículos de todo punto inéditos se
hallan en preparación bajo la luz de mi escritorio, uno de los cuales tiene por
objeto a Vladimir Nabokov, y otro a Lady Macbeth. Sea porque su confección esta
relevando una laboriosidad sorpresiva, o bien ya sea porque en ellos el objeto
de marras exige por sí propio el “lento camino de la reflexión”, el caso es que
su publicación aún no puede llevarse a efecto; y ya conocen a quién aquí
manuscribe; persona un tanto requintada que antes prefiere el mutismo que los
balbuceos ineducados. Es en pro de esta buena educación de los manuscritos por lo que apela a la paciencia este humilde, y siempre solícito escritor de ustedes,
P. Mata.