28 jul 2016

El mundo invertido hegeliano y la cultura de los memes

En cierto sentido, el próspero florecimiento de la cultura de los memes ha propiciado que dos de los modismos más recurrentes de la filosofía pasen a ser una completa ridiculez: el anhelo de ser uno mismo; sea cual fuere el significado de esta obstinación, y la angustia de ser otro, que no es sino una maniobra de reacción natural, un mecanismo de autodefensa surgido allí donde falta la certidumbre de ser capaces de erigirnos como personas únicas e irrepetibles. El tropo de la mismidad, pues, es tan inválido y caduco como el travestismo rimbaudiano del yo. Ya pretendamos distinguirnos, o bien pasar desapercibidos; poco importa, porque siempre habrá un meme que convierta esa elección en una imagen prefabricada. 

Y si bien puede resultar un tanto inquietante que por fin seamos conscientes de haber sido expulsados del paraíso del esencialismo, nada de malo hay en una existencia inesencial pues, ¿qué posee de más notable la artificialidad sino su capacidad para infundir en nosotros cierto desengaño, cierta lucidez que nos conmina a desistir de la estúpida creencia de que como hombres nuestras diferencias tienen el valor de una acreditación de casta? Todo es inidéntico a sí mismo, como ya observó atentamente Adorno, de donde resultaría que, virtualmente, todo individuo posee el atributo de la unicidad. Y, en recta lógica, si todos los individuos son únicos, esta propiedad deja de tener un valor diferenciador.

Ahora bien, existe abundante literatura a propósito de la dialéctica entre lo idéntico y lo diferente (Kierkegaard, Heidegger, Deleuze, Derrida o el propio Hegel, por nombrar a los más conocidos y por ello los menos recomendables); pero en ninguno de estos casos se ofrecen respuestas al problema semiótico que los memes han puesto de manifiesto, pero que ya se hallaba larvado en la cultura visual de las neovanguardias. Cuando pienso en este fenómeno, y especialmente en la forma en que los memes se propagan; y cuando aquí aludo a la idea de propagación estoy refiriéndome a una dinámica que por propia naturaleza transforma las diferencias en lugares comunes para la ironía, me acuerdo de los fractales de Sierpinski; como si este proceso fuera una suerte de memeception o metamemética, donde los memes operan sobre sí mismos hasta diluir en la iteración cualquier vestigio de información virgen.

Por desgracia, parece que Hegel tenía razón en algo. En la Fenomenología el filósofo alemán recurre a una figura retórica para designar el fenómeno según el cual la filosofía actuaría como un "mundo invertido" con respecto a la realidad; es decir, como un instrumento que antepondría conceptos a contrapelo de las cosas, con el fin de determinarlas o incluso sustituirlas. Justo como los memes


22 jul 2016

El capricho de la autenticidad en la era de los memes

A menudo me acomete la memoria esa idea de Foster Wallace según la cual todos somos idénticos en nuestra creencia de ser diferentes. El cariz de este fenómeno tan irreprimiblemente humano, sin embargo, ignora toda frontera en la cosmovisión tecnocrática del siglo XXI, hasta el punto de que hoy creemos ser más diferentes de lo que nunca fuimos, ignorando cuán prefabricadas son nuestras infantiles manifestaciones culturales. O, dicho, en fin, de otro modo: el capricho de la autenticidad; ese gesto de irresponsable embellecimiento heredado de ciertas filosofías no menos irresponsables, no es sino una trasnochada extravagancia, y esto desde hace como poco un siglo. Nación, identidad, personalidad o sexualidad son sólo algunos de los vocablos que algunos utilizan para denotar un conjunto vacío. Ninguno de estos conceptos en extremo inconcretos es capaz de encerrar significado más allá de ciertas confusiones útiles. No existe, pues, ninguna ontología que los respalde; lo que es tanto como decir que no obedecen a ninguna forma de ser ni, por supuesto, a algo como el ser mismo; si es que acaso recurrir a esta idea no es ya un abierto sinsentido. 
Por desgracia para algunos, la así llamada hive mind semiótica apenas si ha disminuido su expansión metabólica en los últimos veinte años, de tal modo que, en la esfera lingüística occidental, no existen arquetipos simbólicos que no hayan sido prefigurados y registrados por el subconsciente semiótico de la red. En otras palabras: todas las singularidades que atribuimos a ese tedioso proceso de autognosis personal llamado biografía, y que aparentemente nos conforman como aquello que hemos elegido ser, no son sino una página más de un archivo que nos sobrepasa en dimensiones y fuerza transformadora. Nosotros no hacemos memes; los memes nos hacen a nosotros.