20 nov 2015

Sobre la Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843)


En justicia, y más allá de las profanaciones en extremo infantilizadas a que se someten casi todas grandes ideas filosóficas del pasado, el legado de Marx empieza y acaba con su desmantelamiento del concepto ilustrado de emancipación, que en aquel entonces; y esto es válido para toda la vieja Europa, pero más válido aún en el caso de la filosofía alemana, se asociaba al ejercicio de la "crítica teórica" y a la superación racional de las "contradicciones históricas", teniendo dicho proceso como finalidad la instauración de un tipo de "sociedad civil", como decía Hegel, que se disolvía en un modelo de Estado a medio camino entre la divinidad y la monstruosidad; una de esas categorías espectrales tan propias del tardohegelianismo y la restauración prusiana; y cuando hablamos de Hegel, es preciso señalarlo, hablamos de ese pensador delirante que dijo ver en Napoleón al Espíritu Absoluto montado a caballo; un pensador que, sin embargo, no fue capaz de utilizar toda su maestría conceptual para sacar a Alemania del anacronismo en que estaba confinada, sino que, más bien, fue cómplice, y buena prueba de ello es esa incomprensible logomaquia idealista a la que llamó "filosofía del derecho".

En suma, y para hacer acopio de mi comentario acerca del joven Marx, en aras de llevar a Alemania a la hauteur des principes, esto es, a una revolución que no sólo la colocara al nivel oficial de los pueblos de la época sino a la altura del espíritu de dicha época, en primer lugar, fue preciso articular una "crítica de las armas" y "el arma de la crítica", pues "el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas; la violencia material no puede ser derrocada sino con violencia material". Y en segundo lugar, Marx hubo de redefinir la crítica filosófica sabiendo que, por un lado, "la teoría se convierte en violencia material una vez que prende en las masas", y por otro", que "un pueblo sólo pondrá por obra la teoría en cuanto ésta represente la realización de sus necesidades". 

Ahora bien, la grandeza de Marx no ofrece motivos para el optimismo en el siglo XXI. Suele decirse que el curso de la historia ha desautorizado las hipótesis marxianas, y siendo yo el estricto opuesto de un devoto lector de Isaiah Berlin, tengo desgraciadamente que convenir con este argumento. El proletariado, el sujeto de una transformación para la que la filosofía es irremediablemente inhábil, es apenas si una desmejorada sombra de lo que antaño fue. Porque los proletariados de hoy no quieren ser libres, quieren ser acaudalados banqueros. 

11 nov 2015

El malditismo en The Knick





El malditismo, ese aspaviento tan propio de aquellos que van a contrapelo, los inadaptados; ese gesto entre atildado y desdeñoso que uno no sabría si atribuir a la estupidez o a la genialidad, es algo que no convendría equiparar a otras boutades estéticas del siglo XIX, que no en vano fue prolijo en rebeliones y rupturas, pero también en propuestas que desde antiguo venían proyectando su sombra sobre las mentes de occidente.

La estética romántica, y en este caso los ingleses a buen seguro habrán de ser preponderantes, pivota en torno a la idea del genio; y el genio es ese a quien la inteligencia y la sensibilidad le han sido dadas casi como una maledicente dádiva; ese a quien, por tanto, no le queda otro camino que la autodestrucción. Ahora bien, el principio por el cual un genio busca la propia aniquilación puede explicarse del siguiente modo: la genialidad es el resultado de la obsesión, y ésta es la antesala de la locura; de modo que, así las cosas, el genio ni promueve ni puede ser portavoz de la paz, porque la espiral de su desesperación, que también es la espiral de su talento, dibuja una trayectoria que él mismo ha elegido. 

El protagonista de la serie The Knick, un nuevo ejemplo de las revisiones neo-románticas del victorianismo más oscuro, dice en algún momento de la historia, cuando su adicción a la droga consigue finalmente destruir su vida y su carrera profesional, que su problema no reside en la imposibilidad de abandonar un mal hábito, sino en la ausencia de un deseo legítimo de reforma. Ni puedo, ni quiero dejarlo. 

Existe aquí una muy evidente metonimia entre la adicción a los narcóticos y la tendencia a la obsesión de una mente insaciable. Supongo que, para John Thackery, es preferible morir que vivir fuera de los límites de la obsesión. 

6 nov 2015

Joe Abercrombie: más que un autor de fantasía para adultos

Las novelas de Joe Abercrombie, probablemente el mejor y más profundo escritor de fantasía épica para adultos en la actualidad, se asemejan a los ejercicios de epistemología faulknerianos: hete aquí la realidad; es fea, es compleja y, por encima de todo, es devastadoramente real. Sin ambages, sin biombos, sin salvación.

Un escritor inglés que parecería estar escribiendo desde el mismísimo estómago de una ballena, pero con el estilo y la perversa delicadeza de un entomólogo; algo así como la pluma de Nabokov narrando el mundo concebido por Hobbes.