28 mar 2014

malditismo digital: Tao Lin


Preferiría no hacerlo, y sin embargo, es menester que de cuando en cuando haya quien alce la voz en son de protesta. Hace bien poco, me cayó en suerte asistir a una conferencia del profesor Patxi Lanceros. Tenemos tanta urgencia por avanzar, por sumarnos al tren del cambio, que a menudo olvidamos que el futuro puede hallarse a nuestras espaldas, decía el filósofo. Pues bien: su reflexión ha acometido mi mente hoy mientras leía un artículo sobre el "escritor" Tao Lin. Este "adalid del alt-lit" (alternative literature), la rama hipster de la literatura estadounidense, se ha hecho merecedor de atención por parte de la crítica desde Robar en America Apparel (2012), novela generacional que, al decir de muchos, es una lúcida "reflexión sobre el sinsentido en el siglo XXI". La autora del artículo, Alina Lakitsch, no duda en comparar a Lin con Samuel Beckett y otros "escritores generacionales" de indiscutido renombre en la historia de la literatura. Preferiría no hacerlo, pero no creo que los receptores de la herencia joyceana, autores en muchos casos afectados por ambas guerras mundiales, puedan compararse con ciertos jovencitos neoyorquinos que hablan sobre Internet en sus novelas. Si este es el testimonio generacional que abanderará la nueva literatura, prefiero buscar el futuro a nuestras espaldas. Prosigue Lakitsch: "Taipéi es el título de su última novela, que gira alrededor de las drogas, las fiestas que acaban en vacío y los amores estériles". O dicho, en fin, de otro modo: el enésimo fraude autobiográfico de un joven que considera que su estúpido malditismo digital puede arrojar interés para otras personas. Su protagonista es Paul, un joven escritor que malgasta su tiempo en internet, se atiborra de fármacos y se rodea de personajes apáticos incapaces de expresar lo que sienten. En definitiva, la novela de un incomprendido; otra autoalabanza de un duquesito calavera. El diletantismo y la frivolidad como los nuevos valores de la intelligentsia. La alegoría de un mundo anómico, donde el amor es un protocolo ocasional inducido por las drogas. A decir verdad, un motivo sobeteado desde hace aproximadamente cien años. La diferencia entre Beckett y Lin, y me avergüenza tener que incidir en esto, radica en que aquél fue testigo del verdadero sinsentido; el sinsentido que aniquila a las personas y las priva de un lenguaje emancipador, mientras que éste sólo lo escenifica con propósitos abiertamente mercantiles. Ya lo decía Brecht, el malestar estético es la preocupación de quienes no tienen preocupaciones.

14 mar 2014

Didactismo


Las reflexiones de Ranciere o Eagleton en atención a los orígenes ideológicos de la estética, entendida tal cosa como fenómeno en íntimo arraigo con la política, me infunden no pocas dudas. Bien que por móviles diversos, ambos autores concurren en una idea común que, por lo demás, nada tiene de iluminadora. Emancipación y dominación, burguesía revolucionaria tan pronto como allegada al poder dominante. Ambos son sobrehaces de la confundible moneda del arte, como en definitiva ya sabía Schiller. En el último libro de Eagleton, dedicado a la literatura, el autor se pregunta si acaso un panfleto didáctico no puede encerrar arte, si acaso no hay cosa como una propaganda que pueda atraer nuestra atención conforme a motivos estrictamente estéticos. ¿Por qué albergamos animosidad, enconados prejuicios frente al didactismo? Es claro: el didactismo alecciona, nos enseña qué debemos pensar, y no que simplemente debemos pensar, sin una orientación programada de antemano.