14 sept 2015

Los debates políticos en España

Fue Rawls quien, hace varias décadas, llamó la atención sobre el hecho de que la repartición de la riqueza era una de las cuestiones prioritarias dentro de la agenda de problemas irresueltos de occidente. Ahora bien, en los últimos años, la economía y sus variamente problemáticos avatares se ha convertido en la comidilla de doctos y desinformados, de especialistas y figurantes, de tal suerte que los proyectos y los postulados políticos son tan corrientes como los escándalos deportivos. 

Ortega, pensador devirtuado por sus legatarios en una medida que roza la obscenidad, se quejaba de que la cultura nacional de la época adolecía de hacer pasar por idea con vigor de ley aquello que no es sino un tópico de café. Sabemos que España es un país de artistas circenses, de personajes folclóricos, de maulas y, en fin, de ladrones encorbatados con la inclinación al cacicazgo del Conde Romanones. Sabemos, pues, que vivimos en el país de los obreros de derechas, pero a menudo se nos oculta un hecho no menos relevante que nuestras tribulaciones políticas, y me refiero, claro está, al fenómeno consistente en la transformación de las discusiones políticas en espectáculos televisivos de dudoso gusto y aún más dudosa utilidad. O dicho, en fin, de otro modo: donde Habermas utiliza los conceptos de "deliberación" y "esfera pública", nosotros montamos una clown party que tiene por invitados de intachable pedigrí a algunos cuantos iletrados (eso sí, con voces de tenor y modales de contrabandista), y confíamos así en satisfacer las desnortadas inquietudes de eso que algunos llaman ciudadanía, un grupo indefinido de individuos más afectos a la cultura de la queja que a la verdadera reflexión. La esfera pública, cualquiera sea su composición y alcances en este nuestro país, esta integrada por personas sin ninguna capacidad para la reflexión y la prosecución de diálogos racionales y con menos voluntad aún de compromiso social. La telerrealidad política es, en este sentido, indistinguible del mundo nebuloso y alucinatorio de la prensa rosa. 

A nuestra política, en suma, le falta aire de ágora y le sobra hedor de farándula.

Un gran amigo me dijo una vez que la regeneración de España tendría que pasar forzosamente por la eliminación de Telecinco. Sus palabras no eran ajenas al humor, pero yo estoy empezando a considerar esta idea con total seriedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario