2 dic 2015

Kafka, Converge, y las emociones humanas


Nietzsche y Kafka comparten una virtud que, probablemente, constituya el mejor argumento para justificar su condición de autores imperecederos. Su irresistible atractivo; ese magnetismo tan propio de los autores póstumos, no menoscaba su profundidad y su tenebrosa lucidez. O dicho, en fin, de otro modo: su indudable tirón divulgativo no es óbice para que haya en ellos intuiciones y pensamientos que sobreviven al paso del tiempo. 


En los últimos días he estado manejando una edición en inglés de la correspondencia de Franz Kafka. Su lectura me ha procurado tantos momentos de excitación como ejercicios de funambulismo. Leer al autor praguense se asemeja, por paradójico que éste fenómeno pudiera parecer, al delicado piar de un pájaro mientras caminamos en el filo de un precipicio. En otro sentido, Kafka es equiparable como autor al sentimiento que Virginia Woolf describiera con las siguientes palabras: el ánimo que todo ser pensante tiene de disolverse en el cielo (the mood to dissolve in the sky).

En una carta a su amigo Oskar Pollak, Kafka describe de forma magistral ese sentimiento de insularidad que caracteriza las relaciones humanas. Sus palabras me recuerdan a una estrofa que aparece en una canción de Converge, Grim Heart-Black Rose


When I see me in your eyes, 
I just want to go blind

Para Kafka, y por lo que toca a las relaciones humanas, somos como niños desamparados (forlorn), que creen ver en los ojos de su interlocutor algo que, en puridad, es absolutamente ineluctable. Cuando nos miramos, somos capaces de ver tanto, y a la vez tan poco, que desearíamos volvernos ciegos. Cuando nos miramos, pues, vemos aquello que desearíamos ver, con independencia de las barreras que se interponen, inevitablemente, entre una mente y otra.

When you stand in front of me and look at me, what do you know of the griefs that are in me and what do I know of yours? And If I were to cast myself down before you and weep and tell you, what more would you know about me than you know about Hell when someon tells you it is hot and dreadful. For that reason alone we human beings ought to stand before ona another as reverently, as reflectively, as lovingly, as we would before the entrance to Hell. 

Las personas, en suma, son tan indescriptiblemente escurridizas, tan difíciles de penetrar, que su contemplación se asemejaría a la contemplación del infierno. Aunque nos arrojemos a los pies del otro, y derramemos lágrimas en su honor, no estaríamos manifestando sino una vacía obviedad. El hecho de que la subjetividad humana es tan abismal y compleja como las puertas del infierno.  


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