14 mar 2014

Didactismo


Las reflexiones de Ranciere o Eagleton en atención a los orígenes ideológicos de la estética, entendida tal cosa como fenómeno en íntimo arraigo con la política, me infunden no pocas dudas. Bien que por móviles diversos, ambos autores concurren en una idea común que, por lo demás, nada tiene de iluminadora. Emancipación y dominación, burguesía revolucionaria tan pronto como allegada al poder dominante. Ambos son sobrehaces de la confundible moneda del arte, como en definitiva ya sabía Schiller. En el último libro de Eagleton, dedicado a la literatura, el autor se pregunta si acaso un panfleto didáctico no puede encerrar arte, si acaso no hay cosa como una propaganda que pueda atraer nuestra atención conforme a motivos estrictamente estéticos. ¿Por qué albergamos animosidad, enconados prejuicios frente al didactismo? Es claro: el didactismo alecciona, nos enseña qué debemos pensar, y no que simplemente debemos pensar, sin una orientación programada de antemano.

2 comentarios:

  1. De Man y Eagleton dieron hace años pábulo a algunas cuantas conversaciones que mantuve conmigo y que solían igualmente desembocar en suspicacias.
    La última frase de esta entrada pone palabras a una idea que me ronda hace semanas. Todo -ismo refiere a la forma de pensar de aquéllos a los que el pensamiento les está vetado -ya sea por flema o incapacidad- y no puede menos que sonar desde fuera como didactismo: un rasgo definitorio del ideólogo, ese gallofero de su particular -ismo, es el prurito del contagio, id est, el didactismo.

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    1. No había visto tu comentario, Asier. Gracias por pasar por el blog. Es verdad que, con frecuencia, una corriente de pensamiento empieza a anquilosarse desde el momento en que pasa a ser un -ismo, una ideología.

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