23 ene 2017

The Young Pope

"Aquí huele a incienso y a muerte. Yo prefiero la mierda. Y, por lo tanto, la vida."

Jude Law es un Papa humano, demasiado humano. Con una vida onírica proclive a la megalomanía, y sin embargo no carente de una voluntad franciscana insobornable.
Pero el vicario de Dios en la tierra está solo. No es nadie. Ni ama, ni es amado. Y tal vez por ello constituya la ficción más verosímil que jamás nadie haya imaginado a tenor de esta escurridiza mitología; en semejante medida permeable a los mensajes edificantes y a las historias de terror. 

Es, en suma, la viva imagen de todas las figuras divinizadas de la cultura occidental: un vacío sembrado de irreconciliables contradicciones. ¿Y acaso no es la Pietà que con tan ensimismada fascinación contempla el Papa una representación del vacío mismo; de un alma descarriada tendida sobre el sublime y diáfano vacío que algunos han dado en llamar Cultura Occidental? Una vez más, Sorrentino, como el soberbio artesano que es, ha conseguido que la fantasía más delirante sea más real que cualquier crónica oficial acerca del universo eclesiástico. Un ejercicio de voluptuoso esteticismo del que dimanan interrogantes con una inexorable profundidad moral; como si fuera necesario demostrar que, con el fin de representar de forma fidedigna el universo rancio y opaco de La Iglesia, es imperativo recurrir a la fantasía, a un nutrido manojo de alucinaciones, y a importantes dosis de ambigüedad moral. El Sumo Pontífice se pregunta, ¿qué hemos olvidado? Hemos olvidado que nada está auténticamente vivo sin el concurso de la fantasía.



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