11 feb 2014

Documento o ficción, ficción porque es documento.






Me han encomendado impartir un seminario acerca de Jeff Wall, y la idea de que la fotografía es siempre un déposito de narratividad. Hay quienes defienden, sin embargo, la opacidad más acendrada para la imagen. A tal objeto se parapetan en la archimentada aserción de Goethe: no teoricen las imágenes, ellas mismas son la doctrina. Como persona amiga de las narraciones, nunca he podido convenir en este postulado. Lo nuclear de una imagen es su inevitable remisión a lo otro; su naturaleza de índice y, sobre todo, su capacidad para poner en entredicho la mismidad de lo real. La imagen fotográfica, lejos de captural lo real en toda su fijeza, no hace sino demostrar su carácter de impostura in pectore. La captura de lo real, que de pronto deviene en un desdoblamiento, equivale a demostrar pues su reproductibilidad. La imagen es trasunto, copia, artificio y, por ende, maravilloso engaño. Ésta se autoabastece de significados abiertos y en gran medida multívocos; no es tanto una cosa bruta y obtusa, impermeable a toda instancia narrativa, cuanto un dispositivo expansivo, algo que irradia sentido más allá de sí mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario