6 feb 2014

No entendemos la Brillo Box


El empecinamiento clasificatorio de autores como Danto o Dickie despierta mis peores recelos. Uno pierde sus asideros desde el momento en que el crítico descerraja sus aparatos analíticos para dar satisfacción a ciertas preguntas llenas de torpeza. El interrogante nuclear de de la estética analítica es: ¿cómo discernir una obra de arte de un objeto bruto? Ahora bien, la obsesión por el desciframiento, por la imagen duplicada que primero imita para de pronto suplantar, ha sido alimento de numerosos libros equivocados, y otras tantas obras de arte cuya aportación a la historia es cuando menos dudosa. Pienso en el cuadro-ventana de Magritte, pero también en las camas de Rauschenberg y Amin. Pienso que, donde hay lugar para falacias de imputación, como las llama Susan Sontag, también lo habrá para dislates. El arte repele las descripciones definidas, los criterios de demarcación. Y sin embargo, Danto, siguiendo aquí a Hegel, parecería propugnar que, si los hechos no se adaptan a la teoría, peor para ellos.

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