En
literatura, pero también en pintura, existe una estética de lo incompleto, de
lo inacabado. Piénsese en Richter, o en Alice Munro, por ejemplo. Son autores
que trabajan por elipsis, de suerte que construyen tan pronto como ocultan,
erigen una pantalla, y luego la velan, con el resultado de rehabilitar aquello
que está implícito en la obra, pero no puede ser dicho o mostrado.
(Des)escribir, sin embargo, no equivale a la correción metódica, a las
maniobras de bricolaje oculto, sino al hecho de decir con el silencio, de
pintar con lo imperceptible. El problema de Cézanne; cómo terminar la mirada,
no es sino el acicate esencial de toda creación: el descubrimiento de que crear
equivale a subrayar la incompletud de toda obra, y de lo real por añadidura.
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